Una consultora de lactancia es una profesional especializada en lactancia materna y humana. Su rol es acompañarte, escucharte y darte las herramientas necesarias para que tu experiencia de lactancia y crianza sea más tranquila, segura y con confianza.

Lo ideal es tener un primer encuentro hacia el final del embarazo. Así podemos preparar juntas el inicio de la lactancia, anticiparnos a posibles dificultades y asegurarnos de que arranques con la mejor base.

En la consulta vas a aprender a reconocer las señales de tu bebé, entender sus ritmos y necesidades, y también a manejar situaciones frecuentes como los pechos doloridos,las grietas, el llanto nocturno o los llamados “cólicos”, etc.

Las consultoras certificadas IBCLC renovamos nuestra acreditación cada 5 años, a través de formación continua y evaluaciones rigurosas. Esto asegura que siempre trabajemos con la evidencia más actualizada y segura.

Principalmente a madres primerizas que buscan apoyo en los primeros meses de vida de su bebé, pero también a familias en general, que desean un acompañamiento respetuoso durante la crianza.

Y, por supuesto, a profesionales de la salud que necesitan información confiable para guiar mejor a sus pacientes.

Una consulta dura entre 1 hora 15 y 1 hora 30 minutos, porque sé que cada historia necesita su tiempo.

En ese encuentro vamos a repasar juntos tu historial de embarazo, tus antecedentes familiares y esos primeros días en la maternidad. A partir de tu experiencia y de tus preguntas, iremos encontrando respuestas y diseñando un plan de lactancia personalizado, siempre con el objetivo de que entiendas y te sientas segura con cada paso.

Después de la consulta, recibirás en los días siguientes un informe detallado con los puntos clave que trabajamos y las recomendaciones más importantes, para que tengas una guía clara en tu proceso de lactancia.

Puedes consultar con una asesora de lactancia antes del nacimiento de tu bebé, durante el posparto o más adelante en tu proceso de lactancia. Por ejemplo, si se presentan:

• Problemas con el agarre o la succión del bebé.
• Pezones doloridos o agrietados.
• Preocupaciones o problemas de lactancia (demasiada leche o muy poca).
• Un bebé somnoliento o inquieto durante la alimentación.
• Un aumento insuficiente o pérdida de peso de tu bebé.
• Una lactancia materna de gemelos o más.
• Un bebé prematuro.
• Una relactación tras suspender la lactancia materna o la lactancia inducida en un bebé adoptado.
• Bebés con problemas médicos, como reflujo gastroesofágico, intolerancia a la lactosa, labio leporino y paladar hendido, síndrome de Down, trastornos neurológicos, problemas metabólicos, alergias.
• Problemas maternos que afectan la lactancia materna, como anatomía inusual de los senos o del pezón, antecedentes de cirugía de mama, discapacidad física, enfermedad crónica que requiere medicación a largo plazo.
• Mastitis o episodios recurrentes de conductos bloqueados.
• Necesidad de asesoramiento sobre el uso de extractores de leche u otros accesorios para la lactancia (protectores de mamarios, pezoneras para pezones retraídos o dolorosos, ayudas para la lactancia, etc.).
• Extracción y conservación de la leche, para que guarde todos los nutrientes.
• Mantener la lactancia materna al regresar al trabajo o al estudio fuera del hogar.
• Hospitalización de la madre y/o del bebé.
• Lactancia materna e intolerancias o alergias alimentarias.
• Continuar la lactancia materna durante la diversificación alimentaria o alimentación complementaria.
• Amamantar a un bebé mayor o un niño pequeño.
• Lactancia materna mixta (leche materna y leche artificial).
• Destetar a un bebé, un niño pequeño o un niño mayor.